Cuando acabe este año 2012 se habrán desahuciado a 180.000 personas. 180.000 casas que habrán pasado a engrosar la larga lista de inmuebles de los bancos y que además y a pesar de todos estos dramas personales, esas personas tendrán que seguir pagando las hipotecas. Menudo negocio redondo para las entidades financieras. La dación en pago supondría un solución acertada y necesaria ante tal despropósito. Me compro un piso, hago una hipoteca, voy pagando hasta que las circunstancias económicas me impiden hacerlo. Cuando no puedo hacer frente a los recibos mensuales, el banco me quita la propiedad y sigo debiéndole el resto...¿Pero qué pasa en este país? La deuda debería ser saldada con la entrega del piso o casa. Se podrían negociar fórmulas de pago, aplazamientos, buscar soluciones en lugar de generar más problemas, pero estamos hablando de capital, de dinero. No hablamos de gente, sentimientos, emociones...
¿Quién le pone el cascabel al gato?. Dinero público para empresas privadas. Hablamos de un rescate financiero de 100.000 millones o de 60.000 millones y no conocemos las condiciones leoninas de este contrato, pero lo que sí sabemos es que estas cifras se escriben tan rápidamente como se dicen. Pero si analizamos las cifras de los desahuciados, el puñetazo en el estómago duele más, la sangre te empieza a hervir y te preguntas cómo puede haber tanta injusticia.
El siguiente editorial me parece muy interesante sobre este tema:
http://elpais.com/elpais/2012/10/25/opinion/1351191606_264441.html
El código de buenas prácticas al que no todos los bancos se han unido, no es más que papel mojado. Necesitamos una ley para regular el procedimiento hipotecario, ya que la que hay hoy en día data del año 1909, como se explicaba en el enlace. La coyuntura social y económica actual no creo que tenga mucho que ver con la de hace 97 años. Ahora, la pregunta es obvia, ¿Cómo es posible que no se haya cambiado en todo este tiempo? Han evolucionado tantas cosas desde entonces, que parece increíble que algo tan imprescindible para una sociedad moderna no se haya modificado.
En vez de invertir tanto capital público en sanear entre otras cosas los balances de estas compañías financieras, una ayuda a los clientes que son los que pagan los impuestos sería más justo y más decente...Pero ya sabemos la diferencia entre justicia e injusticia, decente e indecente, moral e inmoral. La vemos a diario.
Y lo que está ocurriendo no tiene nombre. La brutal crisis económica que ha disparado el paro hasta una cifra récord, hace que este gran problema vaya aumentando día a día. Mientras la clase política sigue a lo suyo, en su realidad tan distante y tan diferente del resto de los mortales. Continúan debatiendo el sexo de los ángeles, recortando derechos y presupuestos (las ayudas a los bancos no entran) criticándose entre ellos de cara a la galería, porque cuando no gobierna uno gobierna el otro. Y al final todos hacen lo mismo, aprueban sus pensiones, sus subidas de sueldo, sus asesores y sus
visa a cargo de todos nosotros. Nos cuentan la milonga de que hay que sacrificarse, de que es necesario. No, señorías, hay muchas otras cosas necesarias, y una de ellas es parar este drama diario que está desangrando las arterias de un país donde la clase política ni está ni se le espera.